AURORA SAURINA

EL TAPÓN

Disfrutaba trabajando en la Galería a pesar de que su cometido incluyera la conservación del almacén. Era parte del trabajo sucio por lo que nunca había estado de acuerdo del todo. Desde luego, aceptaba que, para demostrar cierta competencia, que no ya afán de reconocimiento profesional, era necesario tratar de conocer la mayor parte de los productos. Pero claro, lo del mantenimiento resultaba sin duda aburrido y miserable.
Por suerte, eso le permitía, de vez en cuando, sacar alguno de los obsoletos recipientes y entretenerse en su análisis. Pura pérdida de energía, sin duda, como la infinidad de muestras que ocupaban aquel enorme lugar.
Así que, burlando la estricta prohibición y omitiendo el riesgo de ser descubierto, alcanzó un frasco, uno pequeño en cuya etiqueta rezaba “Playa – Denominación en origen: UTM 4424066 511387 31S ”, quitó el esférico tapón y se asomó al oscuro interior.
Como la mayoría de las muestras retiradas de la exposición ésta resultaba bastante elemental. Habían introducido unos pocos componentes básicos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno…, los típicos, en cantidades al azar. Nada metódico.
El resultado, obviamente, era aquella balumba: un medio denso, turbio, en el que se distinguía la usual extensión de agua salada limitada por una línea de costa abrupta que, a su vez, servía de frontera con una zona seca, más bien árida. Esparcidas por doquier, unidades de aquella especie, germinada al azar, y por la que el recipiente, definitivamente, había sido descatalogado.
Se afanaba por ser riguroso en su observación. No obstante, apenas nada relevante a destacar en aquella legión de seres minúsculos, homogéneos y aletargados. Quizá, por el contrario, la carencia de sofisticación: ausencia total de bioplasma, telepatía, proyección astral, anti–gravedad, mimetismo… Alcanzaban escasamente unos cuantos sentidos de la materia, cinco en concreto y muy limitados también:

Oído: Restringido únicamente a un rango pequeño de ondas sonoras. Ni mucha presión, ni mucha potencia, ni mucha intensidad….
Vista: Un escueto espectro electromagnético. Quizás, sólo quizás, percibiendo un poquito más de longitud de onda, la adaptación hubiera progresado. Pero desde 380 a 780 nm, ¡qué corto!
Olfato: Unas míseras células, siete acaso, ensamblando con unas cuantas moléculas. Parecía exclusivamente a modo de ejemplo, totalmente inacabado.
Gusto: Cuatro rústicas sensaciones a través de unas pocas y toscas papilas...
Tacto: Receptores justos para identificar contactos superficiales… Tamaño, forma, temperatura, consistencia, presión, textura. Sólo lo exterior.

Focalizó a dos, que se extendían anodinos, y aguzó su captación para percibir algún indicio de actuación:

… Noche clara y sin estrellas. Reina la Luna Llena. Se ha encendido ya en el mar que, aunque somnoliento, refleja complacido, a modo de bienvenida, su magnífica estela brillante y tentadora, la del camino de los sueños.
Recortados por la penumbra nos flanquean al fondo los almendros. Los miro embelesada porque me siguen pareciendo como mágicos, a pesar de lo conocido de su presencia. Ya andan ostentando su precioso y delicado ornamento en rosa y blanco. Desafían cada año al largo invierno inerte. Se precipitan a la primavera, aclamándola.
La brisa es húmeda y serena, se enardece sólo cuando corea al mar filtrándose entre las grietas, sondando las cuevas. Huele a flor de almendro mezclado con sal. Ese bálsamo me anuncia que ya falta poco para que vuelvan los vencejos, yo espero al mío.
Estamos tumbadas sobre la arena, desparramadas en la orilla, donde rompen las olas, hoy mansamente. Dejamos que nos invadan, desde los pies hasta alcanzar la nunca, lentamente, como un fresco abrazo que estremece. Sigue siendo cada chasquido un nuevo placer, como una promesa de continuidad, de plenitud.
Enlazo tus manos, que esconden los recodos de otro mar, tan lejano, tan forastero, como decimos aquí. Nuestros dedos se hunden en la arena, resbalan con el agua, se mezclan y tú ya no eres extraña. Tus ojos brillan y sonríen en un rostro en calma mientras me hablas de tu mar, con sus colores, de tu tierra y sus aromas. Me hablas de otras letras, que forman otras palabras. Me cautiva.

En esa paz nos deleitamos.

Y jugamos a “la Luna”: una pompa de jabón; el planeta aquel de Superman, tan blanco y tan acogedor donde llevaba a Lois; un mirador espacial, de vidrio, transparente, espectacular desde donde ver nuestro divino lugar, a nosotras y a nuestros delfines; un agujero, la puerta de salida hacia el espacio; un foco, PAR64 largo, cualquiera; un faro; la luz de posición del sol…

… Más aburrido que cansado, puso el tapón en el frasco y lo colocó con cuidado en su lugar en el largo y atestado estante. Quizás la próxima vez tendría más suerte. Volvió a la Galería.

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